domingo, 8 de febrero de 2009

Vuelta al pueblo


Ayer fue un día extraño. Para empezar me levanté tarde, cosa muy rara en mí porque estoy acostumbrada a levantarme muy pronto aunque no tenga nada que hacer. Cuando estoy en casa los fines de semana me gusta estar en la cocina con mi madre, viéndola cocinar; o salir a pasear con mi padre y que me cuente sus aventuras de la semana... Pero este finde era distinto. Como su plan A no pudo llevarse a cabo, tuvimos que improvisar un plan B : nos fuimos de excursión al pueblo de mi padre.


Nunca me ha gustado excesivamente ir a ese pueblo, Tordehumos. Para empezar porque no conozco a nadie, de pequeña no solía salir de casa de mis abuelos y si lo hacía era acompañada de mi abuelo para ir al teleclub a ver jugar la partida a los viejos del lugar. Pero ayer me gustó.


Llegamos a las 7 de la tarde, cuando anochecía, y conseguimos subir al "castillo" para ver la puesta de sol. Hacía muchos años que no subía y me gustó la sensación de estar allí con él. Estaba enseñando un pedacito de mí, un pedacito que si bien nunca he considerado mío, sí lo es de mi padre, que es una de las personas más importante de mi vida. Mi padre, que siempre dice que su pueblo no vale gran cosa, pero que a la vez que dice esas palabras ves cómo se le iluminan los ojos. Sí papá, me doy cuenta.


Al bajar, entramos en la casa de mi tío Jesús. Es el tío de mi padre pero todos le llamamos tío. Es una persona increíble. Es el hermano mayor de mi abuelo pero conserva toda la fuerza de la juventud en la mente, siempre es enriquecedor hablar con él. Tiene algo en sus ojos, simpatía, amabilidad y sobre todo experiencia... La experiencia de alguien que vivió una guerra, tuvo que irse de su pueblo y dejar atrás sus raíces para buscar trabajo, y que después de los años, volvió para estar allí, con los suyos, en un pueblo que parece condenado al abandono, pero que sigue despertando sentimientos en aquellos que vivieron su juventud en él.

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